ujtis

A veces hay que irse lejos para ver de cerca…éramos cinco personas deambulando por la isla que se cruzaban sólo a veces. Y en el borde del continente africano nos hemos descubierto. Por la promesa de volver a por lo que nos dejamos pendiente la historia continuará. Aprendiendo de unas y otras para seguir viajando. Y descubriendo todo lo que se puede avanzar si se hace con cinco impulsos.

Flashback

Llegamos al presente y aquí hay mucho a lo que asomarse. Empezar por lo intrascendente es una manera tímida de hacerlo. Coincide una reaparición inesperada que aparté de mí sin pensarlo dos veces con el recuerdo a los pocos días de este poema de Goytisolo (José Agustín, que hay varios). Me pareció muy curiosa la casualidad de que volvieran a mi campo de conciencia ambos casi a la vez y sin yo conectarlos, y de pronto me di cuenta de que me había equivocado al pensar que de ese momento del pasado no me llevaba prácticamente nada. Me llevaba esto; que ya es bastante. Al César lo que es del César.

A VECES GRAN AMOR…

A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es
hoy en la sala de espera del dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.

A veces
encuentras en las páginas de un libro
una vieja foto de la persona que amas
y eso te da un tremendo escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más mil kilómetros
por hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y te pones a dar gritos.

A veces
una muchacha canta y estás triste y la quieres
un ingeniero agrónomo te saca de quicio
una sirena te hace pensar en un bombero o en un equilibrista
una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu prima
un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura a tu marido.

A veces
explican por la radio un historia ridícula
y recuerdas a un hombre que se llama Leopoldo
disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu mujer y tu hija
ordenan que hagáis esto o aquello
y enseguida te enamoras de quien no hace ni caso
hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
apagan lentamente las luces de la sala y ya buscas la mano de tu amigo.

A veces
esperando en un bar a que ella vuelva
escribes un poema en una servilleta de papel muy fino
hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el chico que te gusta te violara antes del cuarto piso
repican las campanas y amas al campanero
o al cura o a Dios si es que existiera
miras a quien te mira y quisieras tener todo
el poder preciso para mandar
que en ese mismo instante se detuvieran todos los relojes del mundo.

A veces
sólo a veces gran amor.

Analizando

Esto se debe a las vueltas que le daba en ese momento a decidir si seguir en Dinamarca o volver a casa. Asomándome ahora, pienso que ha sido una de las decisiones más importantes que he tomado. Haberme quedado en Naciones Unidas allí o lo que hago ahora poco tienen que ver. Claro, que por aquel entonces ni me podía imaginar que estaría donde estoy. Una vez más, la vida te sucede mientras tú haces otros planes…

JUEVES 28 DE JULIO DE 2011

ESE BONITO NOMBRE

Cuando hace un año vine a vivir a Dinamarca, me empezaron a llegar artículos que situaban a mi nueva residencia como el lugar más feliz del mundo. Algunos titulares eran tan rotundos como «Si busca la felicidad, váyase a vivir a Dinamarca»; basta teclear Dinamarca y Felicidad en google para tener varias muestras. Pero a la vez leía otras estadísticas que hablaban de graves problemas sociales como el alcoholismo o situaban a este país nuevamente en los puestos más altos de rankings mundiales pero sobre altas tasas de suicidios. ¿En qué quedamos? Me preguntaba esto hace un año y hoy no puedo decir si los daneses son o no felices, porque la felicidad, estadistas, es algo subjetivo, personal e individual y contabilizar el nivel de las emociones con variables ponderadas es bastante absurdo y simplista.

Entonces, el fallo no estaría en las nuevas corrientes que pretenden cambiar los indicadores económicos para hacerlos más reales; no me parece absurdo medir el progreso de un país y su nivel de bienestar y dejarnos de números que muchas veces no se traducen proporcionalmente en el bienestar de sus habitantes. En mi opinión el fallo está en llamarlo economía de la felicidad y mezclar “el bonito nombre” con ratios, crecimiento y otras variables estadísticas.

Así, yo hablaría de bienestar social, que sí puede ser baremado (y ahí Dinamarca se lleva la palma). Me surgen dudas sobre su medición, qué cesta de valores usar; algunos indicadores parecen universales: nivel de paro, salud, esperanza de vida, desigualdades sociales…todos ellos en principio medirían objetivamente el bienestar en una sociedad. Pero hay otros más dudosos y son los que están relacionados con asuntos personales: las relaciones familiares, las sociales o afectivas, la cantidad de tiempo libre, factores ideológicos, nivel de reciclaje, ¿número de rezos al día? Me parece además que el bienestar es un sentimiento en continuo cambio; nos acostumbramos rápido y aquello que nos hacía sentirlo en algún momento deja de provocarnos el mismo nivel de bienestar, nos comparamos constantemente y sólo mantenemos esa sensación en la medida en que nuestra situación está por encima de la media de nuestro entorno…

Algo tengo claro y es que para un danés afirmar que en su país no está tan feliz supone mostrar un fracaso personal que no está muy bien visto, por este nacionalismo y ese orgullo de país que tengo más que comprobado. No pasa lo mismo en España, por ejemplo, donde aún tenemos grandes complejos y es raro ver a alguien orgulloso de su país; sólo alguna vez he escuchado de boca de otros expatriados que España es un buen lugar para vivir (eso de “me fui para quererte” parece muy nuestro).

La felicidad es un sentimiento individual y sólo uno mismo sabe a qué va asociada la suya propia. Puedes vivir en el país con mayor bienestar social y suicidarte o hacerte alcohólico; y puedes vivir en un país en desarrollo y considerarte tremendamente feliz. Yo, por mi experiencia personal, puedo decir que he conocido mucha gente considerada socialmente «exitosa» pero muy poca gente que me haya confesado que es feliz. Para muchos el trabajo que yo tenía es todo un sueño de difícil acceso por el que luchan incansablemente y para mí, evidentemente, no lo era. Ahora vivo en uno de los países donde supuestamente se es más feliz y sin embargo, preparo mi vuelta a casa, a un país en plena crisis donde la gente confiesa no ser tan feliz. Si no me quedo en un trabajo aparentemente muy bueno, o en un país aparentemente muy bueno, ¿tal vez tenga algún problema para encontrar la felicidad?

Bueno, creo simplemente que a veces hay que pararse y pensar qué es lo que a uno le hace feliz y buscar esos componentes en el lugar donde decides vivir, en el que decides trabajar…son sitios donde vas a pasar mucho tiempo y vas a poner esfuerzo y vida, no es una decisión que se deba tomar apoyada en factores que no nos conducen a la felicidad. Por ejemplo, yo he aprendido que mis decisiones no pueden estar amparadas en factores económicos, porque mi felicidad no pasa por ahí; una persona que admiro mucho me confesó un día en que tomaba una difícil decisión profesional que el dinero le importaba muy poco y que por eso se sentía absolutamente libre.

Hay quien vive aquí porque se gana más dinero que en España, país al que echan terriblemente de menos por otra parte. El dinero también es el motivo por el que muchos de mis ex compañeros sigan trabajando tantas horas donde yo lo hacía, pese a que echan de menos su tiempo libre y ocio. ¿Qué puedo decir? Si para ellos el dinero es una motivación suficiente para hacer esos sacrificios, entonces serán felices. Aunque en mi opinión al final a todos nos sucede que cuando nuestras decisiones no se justifican por el dinero son mucho más puras, más sinceras con uno mismo. Y la sinceridad personal lleva a ser coherente con la vida propia y por tanto, nos acerca más a ser felices.

Hoy creo que con el tiempo he aprendido algo muy importante: que quiero buscar mi felicidad sin condiciones y que sé los factores que hay en ella, los indicadores que yo pondría en mi estadística para valorar si soy o no feliz. Lo más difícil ya está hecho, si soy sincera conmigo y si no me traiciono todo irá bien. ¡Midan mi felicidad interior bruta!

Fracturas

Como no…como no asomarse a lo que sentí cuando me rompí la pierna en aquellas Navidades berlinesas. Y lo que supuso aquel tiempo paralizada en Copenhague. Natalia fue una pieza clave esas semanas, tanto que recuerdo aquel tiempo, pese a las muletas, con mucho cariño. Otra ventana más de la que aprender:

MIÉRCOLES 12 DE ENERO DE 2011

Alguna vez me hablaron de Dinamarca antes de instalarme aquí como esa “perfecta repelente”, lo que me hace recordar la frase que una vez me dijo un amigo sobre un tercero que no mencionaremos: “es tan de buen rollo, que te pone de mal rollo”. Pues eso, pareciera que las bondades fueran buenas, pero en su justa medida, acompañadas por dosis más o menos fuertes de imperfección.

Yo desde un principio no he sentido esa tirria por la perfección de mi nueva ciudad. Pero claro, tampoco suelo ser de las que ven un tío guapísimo y dicen: “es demasiado guapo”. ¿Se puede ser demasiado guapo? O del rollo de “a mí me gustan los cabrones”. ¿De verdad te gusta que te puteen? A mí me encanta el buen rollo, la guapura y los mimos. Y con las ciudades…pues mira, acabo de caer en que también me gustan las ciudades perfectas. Me gusta el diseño danés, aunque por su culpa me robaran el bolso en esperpéntica situación; sí, reconozco que ese suceso me hizo enfadarme con el perfecto país, digamos que me decepcionó, tu amiga la perfecta va y suspende un examen y tú dices: «claro, a todo el mundo le puede pasar»; pero no, en Copenhague no te pueden robar!!! Claro, que la excusa era -también- perfecta: “se robaban 55 sillas Jacobsen de incalculable valor, no su mierda de bolso, señorita, pero si lo pone ahí, pues claro, los ladrones son ladrones aquí y en China…”.

Después de aquel cabreo, hace casi un mes, todo ha sucedido a una velocidad de vértigo: me fui rápido a casa por mini-Navidad, volví rápido a mi segunda casa a por la segunda fase de la Navidad, estuvimos rápido por aquí y rápido nos fuimos a Berlín. Me impactó Berlín: sus calles sucias, asquerosas, pintarrajeadas, ese metro andrajoso y ese pulso de vida, ciudad manoseada, trabajada, usada…la antítesis de mi ciudad de cuento y sus canales de colores sin ningún grafiti ni chicles en el suelo ni hablemos de colillas. Ni vidilla… sí, reconozco que con mi cabreo del robo caí en el tópico de insultar a mi ciudad por guapa, con el argumento más sencillo que tenía: le falta trajín. En Berlín estaba feliz con tanto decorado underground, pero claro, eso no tenía que incluir la inmensa capa de hielo negro y contaminado que día tras día se pegaba más a las aceras, haciendo imposible caminar. ¿O sí? ¿Cómo pretender que se limpie el hielo como en Guapurilandia? Y el caso es que no vengo del Caribe y no se puede decir que no esté acostumbrada, ni equipada, para el invierno alemán. Pero en mi perfecta ciudad sigo cogiendo la bici los días de mayores nevadas, porque los carriles y las calles se limpian constantemente. Llovía en Berlín ese día y la salida de aquel maravilloso bar fue una trampa insalvable para mi tobillo. Lo demás son horas de hospital, mil diagnósticos y una vuelta a casa casi casi en ovni…ya en el aeropuerto empecé a hermanarme con mi perfecto y frío país: el despliegue de medios fue impactante. Los médicos del día siguiente, la pulcritud de todo por aquí…he tenido que romperme un pie para reconciliarme con Dinamarca, y sí, aquí, en casa, en mi preciosa y acogedora casa, con la vida tranquila que por fin he conseguido tener, me doy cuenta de que debe ser que me voy haciendo mayor, no sólo porque ya sólo beba Hendricks de pepino, como me dice mi amigo Juan, sino porque, señores, cada vez valoro más la perfección, el desarrollo y el que las cosas funcionen. Y cuando ves que una ciudad y un país entero funcionan (país que en total tiene tanta gente como mi ruidosa Madrid, claro), te da un gusto infinito vivir aquí y que todo sea tan fácil y tan perfecto. Y de la vidilla ya me encargo yo, que si somos tan latinos, sabremos ponerla allí donde vamos, ¿o no?

Recordando

Aquí aparece este momento de ímpetu que nace de una de esas conversaciones eternas durante aquel master que conseguía vaciar tu vida de energía e ilusión (a veces). Me asomo a esto como un recordatorio, que nunca viene mal, aunque por suerte ya va haciendo menos falta: 

SÁBADO 29 DE MAYO DE 2010

Queda prohibido!

Queda prohibido llorar sin aprender,

levantarte un día sin saber que hacer,

tener miedo a tus recuerdos.

Queda prohibido no sonreír a los problemas,

no luchar por lo que quieres,

abandonarlo todo por miedo,

no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor,

hacer que alguien pague tus deudas y el mal humor.

Queda prohibido dejar a tus amigos,

no intentar comprender lo que vivieron juntos,

llamarles solo cuando los necesitas.

Queda prohibido no ser tú ante la gente,

fingir ante las personas que no te importan,

hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,

olvidar a toda la gente que te quiere.

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,

tener miedo a la vida y a sus compromisos,

no vivir cada día como si fuera un ultimo suspiro.

Queda prohibido echar a alguien de menos sin

alegrarte, olvidar sus ojos, su risa,

todo porque sus caminos han dejado de abrazarse,

olvidar su pasado y pagarlo con su presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,

pensar que sus vidas valen mas que la tuya,

no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.

Queda prohibido no crear tu historia,

no tener un momento para la gente que te necesita,

no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita.

Queda prohibido no buscar tu felicidad,

no vivir tu vida con una actitud positiva,

no pensar en que podemos ser mejores,

no sentir que sin ti este mundo no sería igual.

Saltando

MIÉRCOLES 30 DE DICIEMBRE DE 2009

Esto lo rescato del día de la víspera a dejar el que fue mi trabajo durante más de 3 años. Mi primer trabajo serio y donde aprendí tantas cosas, de Derecho y de la vida. Y de mí. Muy preciso fue Pessoa en explicar aquí lo que yo podía sentir en ese momento. Un vértigo que hoy miro con dulzura al darme cuenta de lo apasionante que fue y sigue siendo ese salto…al exterior, como todo lo que contaré por aquí. Asomada a esa ventana leo:

Después de mañana, sí, sólo después de mañana…
Pasaré el día de mañana pensando en después de mañana,
y sí será posible; pero hoy no…
No, hoy nada; hoy no puedo.
La persistencia confusa de mi subjetividad objetiva,
el sueño de mi vida real, intercalado,
el cansancio anticipado e infinito,
un cansancio de mundos para tomar un tranvía…
Esta especie de alma… sólo después de mañana…
Hoy quiero prepararme, quiero prepararme para pensar mañana en el día siguiente…
el que es decisivo.
Tengo ya el plan trazado; pero no, hoy no trazo planes…
Mañana es el día de los planes.
Mañana me sentaré en el escritorio para conquistar el mundo;
pero sólo conquistaré el mundo pasado mañana…
Tengo ganas de llorar,
de repente tengo ganas de llorar mucho, desde dentro…
No, no quieran saber nada más, es un secreto, no lo digo.
Sólo después de mañana…
Cuando era niño, el circo del domingo me divertía para toda la semana.
Hoy sólo me divierte el circo del domingo
de toda la semana de mi infancia…
Después de mañana seré otro, mi vida ha de triunfar,
todas mis cualidades reales de inteligente, leído y práctico
serán convocadas por decreto…
Pero por un decreto de mañana.
Hoy quiero dormir, mañana redactaré…
Pero hoy, ¿cuál es el espectáculo que me repetiría la infancia?
Para comprar incluso los boletos de mañana,pues para pasado mañana estará bien el espectáculo…
Antes, no…
Pasado mañana tendré la pose pública que mañana estudiaré.
Pasado mañana seré finalmente el que hoy no puedo ser.
Sólo pasado mañana…
Tengo sueño como el frío de un perro vagabundo.
Tengo mucho sueño.
Mañana te diré las palabras, o pasado mañana…
Sí, tal vez sólo pasado mañana…
El porvenir…
Sí, el porvenir…